Las cosas que verdaderamente se disfrutan en la vida, son aquellas que se forjan con los años y se obtienen poco a poco. No hay una gran obra que se haya construido en un instante, no hay libro o trabajo excepcional que se logre al vapor. Los logros grandes llevan grandes sacrificios y, por regla general, consumen mucho tiempo.
Escucho llantos desesperados que provienen del cuarto de juego de mi hijo de 8 años. Corro despavorida; no está en edad de llorar por cualquier cosa. Toda madre sabe que en fracciones de segundo se proyectan al menos 345 escenarios de una posible tragedia. No hay huesos rotos ni corre sangre por la habitación.
El llanto se debe a que no ha conseguido pasar rápidamente de nivel en la recién adquirida cinta de Playstation. La tragedia consiste en que mi hijo no tiene paciencia, ni sabe cómo mantener un esfuerzo sostenido para obtener un resultado.
¿Está solo mi hijo? Parece haber una tendencia a la rápida frustración y a la poca paciencia… Cuenta una madre de un niño de 10 años, que su hijo se desespera porque el semáforo dura mucho tiempo en rojo.
Una jovencita de 13 años no comprende por qué sus padres decidieron postergar por cuatro años, un viaje familiar a Europa, pues han acordado que así lo disfrutarán más. La queja cotidiana de los padres, es que sus hijos realizan las tareas escolares lo más rápido posible, dando poca importancia a la calidad del trabajo.
Nuestros hijos están siendo educados en la cultura de la inmediatez. “Mientras más rápido”, mejor, parece ser la consigna de nuestra época. No vamos a negar que la rapidez de los servicios sea un valor deseable, que facilita nuestros quehaceres y eficientiza la vida misma. El problema viene cuando se generaliza esta consigna y se desborda a otros ámbitos de la vida; cuando se asume que todo hay que obtenerlo rápido, ahora mismo, y a velocidad digital. Los deseos y las apetencias deben ser saciados al instante. Comida rápida, lectura rápida; la vía express parece haberlo invadido todo.
En Estados Unidos, incluso, está de moda algo llamado speed dating, moderna ceremonia en la que se interactúa rápidamente con varias personas para seleccionar una posible pareja de la forma más expedita posible.
La rapidez de los juegos electrónicos, tan venerados hoy en día por nuestros hijos, da testimonio de esta realidad. Mientras más rápido se pasa de un “mundo” a otro en estos video juegos, más se disfruta el mismo. La velocidad de las imágenes, tanto de los juegos, como de la televisión, no impide disfrutar o asimilar una imagen, cuando ya los sentidos están siendo bombardeados con otra.
Esta cultura de la inmediatez puede traer consecuencias graves. Sabemos que las cosas que verdaderamente se disfrutan en la vida son aquellas que se forjan con los años y se obtienen poco a poco. No hay una gran obra que se haya construido en un instante; no hay libro o trabajo excepcional que se logre al vapor.
Las cosas deben ser valoradas por su calidad, no necesariamente por su inmediatez y hacerlo saber a los hijos.
Los logros grandes llevan grandes sacrificios y, por regla general, consumen mucho tiempo. Se disfruta de veras aquello que nos llevó meses o años construir; se aprecia lo que perdura en el tiempo, no lo efímero ni lo pasajero. El buen vino suele ser el más añejo, la fruta madura suele ser mejor que la verde, lo que significa que para disfrutar, hay que saber esperar, hay que madurar… hay que realizar un esfuerzo sostenido en el tiempo y siempre hay que tener paciencia.
Me pregunto si nuestros pequeños hijos, tan acostumbrados a la rapidez, serán capaces, en su vida adulta, de sobrellevar con paciencia y esfuerzo -por años, en la mayoría de los casos- un proyecto de vida que merezca ser elogiado.
¿Podrán estos niños tener la paciencia de sembrar para cosechar años más tarde, cuando no han sido entrenados para ello?
¿Serán entonces nuestros hijos presas dóciles para los vendedores de felicidad instantánea y usuarios de los caminos cortos y fáciles, atajos que sin duda alguna conducen a la mediocridad?
Como contrarrestar esta cultura de la inmediatez que viven día a día nuestros hijos. Las vallas publicitarias anuncian ¡Cómprelo ya!, ¡No espere más… puede ser suyo ahora!, ¡Pierda 10 libras en 10 días! En fin, se vende magia en cada esquina, y lo triste es que siempre hay quienes la compran.
¿Qué podemos hacer?
Es necesario ofrecer opciones de ocio a nuestros hijos que no producen placer inmediato, sino que invitan a descubrirlo en el tiempo. Algunos ejemplos podrían ser los siguientes:
1. La lectura de un buen libro -de muchos capítulos-. Se podría iniciar con clásicos como Las aventuras de Tom Sawyer”, o historias más contemporáneas como Las crónicas de Narnia. Los padres pueden leer a sus hijos un capítulo diario, o leerlo de manera conjunta, si es que están en edad para ello. No sólo aprenderán a saborear una buena historia, sino a esperar pacientemente por el desenlace, durante semanas posteriores.
2. Los tradicionales rompecabezas de 100, 500, o 1,000 piezas, invitan también a realizar un esfuerzo sostenido para poder disfrutar de la imagen completa del cuadro.
3. Participar de un deporte organizado o de una actividad artística -teatro, pintura, fotografía-. Para destacarse o dominar una disciplina deportiva o artística, será necesario perseverar y esforzarse continuamente, para desarrollar las destrezas necesarias.
4. Iniciar una colección. Esta podría ser de monedas, sellos, piedras, o alguna otra área de interés de los niños.
5. El ejemplo sigue siendo un arma poderosa que tenemos los padres: sentarnos tranquilos a saborear una comida en familia, en lugar de resolver con una opción de comida rápida; trazarnos metas a largo plazo y comunicarlas a nuestros hijos, para que sean testigos de aquello que estamos luchando por conseguir; dialogar y conversar acerca de los logros obtenidos en nuestras propias vidas y en las de familiares cercanos -abuelos, tíos-, haciendo énfasis en lo que fue necesario realizar y sacrificar.
El reto de ser padres nunca ha sido sencillo. Sólo haciendo uso de la reflexión continua y conjunta, podremos hacer frente a las realidades que nos ha tocado vivir. Espero que usted no haya leído esto de inmediato y le invito a analizar sus opiniones acerca de lo que aquí se está planteado, para que con calma y paciencia, comience a contrarrestar la cultura de la inmediatez.
Por: Wara González, M. ED.
kidscreateschool@gmail.com
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