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¿Cómo sé si estoy listo para invertir?

Una vez hayamos comprobado que invertir no pondrá en riesgo nuestro bienestar básico, toca asegurarnos de que dicha inversión alimenta nuestros objetivos de vida.

En la cultura financiera, el principal objetivo de la planificación es el sostenimiento de nuestro bienestar básico, el cual, consiste en cubrir nuestros costos ordinarios de vida, sin producir déficits y sin tener que recurrir periódicamente a créditos para tapar esos enojosos hoyos que van surgiendo – o vamos creando – en el camino.

La referencia verdadera para medir la rentabilidad es, precisamente, este bienestar básico. Sin la vinculación al sostenimiento del bienestar, carece de sentido el rendimiento aparente de una transacción de consumo, de adquisición o de colocación de dinero en un instrumento financiero.

Toca, por tanto, conocer – y aislar – el costo de ese bienestar básico, pues hacerlo nos permitirá estimar el excedente proyectado que generaremos en un periodo determinado. Esta ganancia probable se verá afectada, desde luego, por las decisiones extraordinarias y por las contingencias que sucedan durante el periodo.

Esta información es muy relevante al momento de plantearnos una inversión, pues la decisión de convertir liquidez en capital de riesgo estará condicionada y dirigida al objetivo principal, que, reiteramos, es el sostenimiento del bienestar básico. Por lo tanto, este condicionamiento implica:

1. La cobertura del riesgo primario de liquidez, incluyendo la disponibilidad de un fondo para contingencias.

2. La atención, con la liquidez correspondiente, de gastos anuales que no son recurrentes mensualmente -seguros, colegiaturas, regalos de estación, ropa, enseres, etc.-.

3. Tomar en cuenta que nuestra fuente activa de ingresos – trabajo, profesión o negocio – no esté amenazada en lo inmediato.

Solo después de haber revisado estos riesgos, estaremos listos para hacer la inversión. Si tienes dudas respecto de cualquiera de estos puntos, es preferible posponer la decisión de invertir hasta resolverlas.

Pero al momento de invertir eso no es todo

Una vez comprobado que una inversión no pondrá en riesgo nuestro bienestar básico, toca asegurarnos de que la inversión alimenta nuestros objetivos de vida. Esto tampoco sucede de manera automática, pues es fácil perder el sentido de dirección en la maraña de decisiones sobre transacciones de consumo y adquisición que tomamos a diario, en un contexto de ofertas de descuentos en precios y de supuestas oportunidades.

Cuando vemos las cosas desde esta óptica, comprendemos que una buena inversión no implica, necesariamente, maximizar los beneficios puntuales. Una buena inversión dirige el esfuerzo hacia la consecución de nuestros objetivos de vida, cualesquiera que estos sean.

Algunas preguntas adicionales que podemos hacernos para validar si tal o cual inversión es idónea y oportuna para nosotros, son las siguientes:

1. ¿La inversión me ayudará a conseguir mis objetivos de vida? ¿Cuál objetivo? ¿Cómo me ayudará?
2. ¿Implica la inversión costos o riesgos que significarán una carga para mi ingreso activo? Si ese es el caso, ¿tengo la habilidad financiera para hacer frente a estos costos sin poner en peligro la sostenibilidad de mi bienestar básico?
3. ¿Se corresponde la inversión con mi etapa de vida actual? ¿Conviene hacer la inversión en este momento, o es más conveniente hacerla en una etapa posterior de mi vida? o ¿Corresponde a una etapa anterior y ya no será tan fácil aprovechar sus bondades?

Para muestra, un ejemplo

Mira este ejemplo que pretende ilustrar el verdadero sentido de la rentabilidad:

Si decides adquirir una propiedad, porque encuentras una oportunidad de precio, pero en
ese momento dependes de tu ingreso activo en un 100% para suplir tus necesidades básicas, entonces será la propiedad más cara que puedas adquirir, pues traerá mayor riesgo a tu bienestar.

Si, en cambio, tomas la decisión después de que tengas cubiertos tus riesgos de sostenibilidad, el precio de adquisición pasa a segundo plano. Claro, siempre será preferible comprar barato, pero es mucho más importante no comprometer esfuerzos ni poner en riesgo tu bienestar futuro para “aprovechar” lo que se supone es una oportunidad. La clave, entonces, no está solamente en el precio; la clave de la rentabilidad es que las decisiones se dirijan a apuntalar el bienestar y desde esta perspectiva, cuándo es mucho más importante que cuánto.

 Paulo Herrera y Cristian Burgos |@smartcoach

info@smartcoach.com.do

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